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Infancias Respetadas

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Infancias Respetadas: Crianza y vínculos tempranos

¿Qué entendemos por crianza respetuosa? Respetuosa, ¿de qué? ¿De quiénes? ¿Respetuosa del niño, de los padres, del vínculo? ¿Puede ser una crianza respetuosa

de todo esto? ¿Podría existir eso?

Infancias Respetadas intenta ensayar algunas respuestas a estos interrogantes, basadas fundamentalmente en el trabajo interdisciplinario

con familias y niños pequeños.

Desde el punto de vista de la psicología, la crianza respetuosa, el psicoanálisis y el constante diálogo con otras disciplinas, Ivana Raschkovan busca cuestionar algunas creencias culturales que aún forman parte de nuestra tradición. En estas páginas invita

al lector a deconstruir mitos, tales como el de que, si a un niño se lo toma demasiado tiempo en brazos, se “malacostumbra”; o el de que, para que un niño “aprenda” a dormir, hay que dejarlo llorar.

En las últimas décadas ha cobrado creciente vigencia en diferentes partes del mundo

un discurso social que se ha dado en llamar (entre otras nominaciones), crianza respetuosa. Bajo este nombre confluyen diferentes prácticas y reflexiones vinculadas a una concepción de niño como un sujeto activo de derechos.

Desde esta perspectiva, la crianza respetuosa no busca convertirse en una disciplina ni en una técnica, sino que constituye un discurso cada vez más difundido socialmente que apunta a concebir a los niños como sujetos competentes que, aún en estado de dependencia absoluta, merecen el mismo respeto y reconocimiento que cualquier otro ser humano. Para criar infancias respetadas, afirma la autora, necesitamos una sociedad más empática hacia los niños, que tenga en cuenta sus tiempos, sus necesidades y que provea un entramado social sostenedor a fin de que los cuidadores primarios puedan devenir en un ambiente facilitador para ellos. 

Este libro no persigue transmitir un manual de instrucciones ni una escuela para padres, menos aún, una imposición o bajada de línea acerca de tal o cual forma de crianza, sino que nos invita a revisar costumbres y tradiciones culturales a la luz de los paradigmas actuales y desde la perspectiva del respeto recíproco. Los temas desarrollados intentan construir puentes para repensar aspectos decisivos del desarrollo emocional de los bebés y niños pequeños. Desde este punto de vista, apostar a una crianza respetuosa implica no solo el respeto por los derechos del niño, sino también el respeto hacia su familia, hacia las mamás y los papás, sus deseos, sus tradiciones, su cultura y su idiosincrasia.

Entender que los niños y las niñas piensan y se expresan en un lenguaje muy diferente al código común que habitualmente utilizamos los adultos para comunicarnos, forma parte de un proceso necesario para poder ofrecer contextos facilitadores del desarrollo emocional. La presencia de un ambiente facilitador en la crianza constituye una vacuna psíquica contra distintas formas de padecimiento no sólo durante la niñez, sino también en la adolescencia y la adultez.

Para alcanzar un desarrollo emocional saludable, los niños y las niñas precisan cuidadores empáticos, respetuosos y sobre todo, disponibles. No podemos criar a las corridas, en automático y a la velocidad de un tren bala. Necesitamos construir ritmos, compases de espera y tiempos para la infancia. Crecer para un niño no debería ser una carrera hacia la independencia sino el resultado de múltiples encuentros con pares y adultos en un contexto de amor, placer y respeto por su individualidad y espontaneidad.

Arrastramos una herencia cultural en que los castigos, los chirlos, los gritos y las penitencias conformaban prácticas cotidianas socialmente aceptadas como inherentes a la crianza de los niños. Frases tan difundidas incluso actualmente como “un chirlo a tiempo nunca está de más”, métodos que enseñan (adiestrando) a los niños a dormir solos desde bebés, dejándolos llorar progresivamente en otra habitación sin ofrecer ningún tipo de contacto ni consuelo, o incluso técnicas actuales de condicionamiento de la conducta como el time out, dan cuenta de una tradición centrada unilateralmente en las necesidades del adulto, que concibe al bebé y al niño como sujetos pasivos (por no decir molestos) a los que hay que domesticar mediante el uso de estrategias que, sin importar cuán violentas resulten, dobleguen su voluntad.

El uso de estos métodos de enseñanza no es inocuo para los niños como nos han hecho creer. Recurrir a la violencia en la crianza, sea ésta física o simbólica (la indiferencia, el encierro, el desinterés constituyen formas de violencia), produce efectos nocivos en el psiquismo a corto y largo plazo. Los analistas en el consultorio no sólo vemos niños cada vez más angustiados, inseguros y temerosos en vínculo con sus padres, sino que también nos encontramos con los efectos de estos traumas acumulativos producidos durante los primeros años de vida, en personas que hoy son adultas.

Es necesario comprender que ignorar el llanto o desatender el llamado de un niño constituye una forma de maltrato, tanto durante el día como de noche. Los malos tratos en la infancia atentan contra la autoestima y el sentimiento de sí del niño y del adulto en que se convertirá luego.

Es importante no perder de vista que el modo en que un niño es criado y atendido durante su primeros años, tendrá alcances importantísimos cuando se convierta en un sujeto adulto, ya que los modelos vinculares de la infancia se internalizan y tienden a repetirse. Estos modelos vinculares, los cuales la Teoría del Apego ha contribuido enormemente a comprender, constituyen patrones en el psiquismo que modelan las expectativas que el individuo tiene de los otros y mediante los cuales procesa y da sentido a las manifestaciones de su entorno.

Los castigos, los golpes, los insultos, la humillación, la desvalorización, la indiferencia, el encierro, son todas formas de maltrato que lejos de corregir una conducta, lo único que generan es resentimiento, miedo y enojo en el niño hacia quien los sanciona. Resulta esencial reconocer que estos tratos son formas de violencia y que contienen un alto potencial traumatogénico. Esto significa que a lo largo del tiempo pueden producir lo que en psicología conocemos como traumas acumulativos. El temor hacia los padres produce desconfianza, alejamiento e inseguridad en el niño.

En un lenguaje accesible y ameno, el lector encontrará reflexiones e interrogantes acerca de temas que interesan a la mayoría de las familias y profesionales que trabajan en primera infancia: los primeros vínculos, el colecho, la lactancia, la alimentación complementaria, el desarrollo motriz, la enorme demanda que implica criar, la regulación emocional, los límites, la adaptación al jardín, la regulación de la tecnología y muchos otros más.

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